Felicidad en la Revista Pop Up Teatro

Felicidad: aire fresco.

Definir de forma unívoca la felicidad es ardua tarea. Empresa tan compleja como realizar la misma operación con conceptos como paz, justicia, amor, libertad,… Y sin embargo, pese a su inconcreción, su significado relativo, sus límites imprecisos y su alcance ilusorio, es quizás el principal motivo por el que cada individuo de nuestra sociedad se levanta cada mañana. Por supuesto, nuestra idea de felicidad depende en gran medida de nuestra cultura, religión, educación, sexo,… Y edad. Cada fase de nuestro periplo vital conlleva unas metas, incógnitas, retos y satisfacciones propias del momento en que nos encontremos. Y justo desde aquí parte Felicidad, espectáculo basado, en palabras de la propia compañía, en la reflexión teatral sobre el intento de ser feliz en la tardía madurez de hoy.

Felicidad es un drama disfrazado de comedia, una forma de adentrarse en un tema lleno de aristas, pero desde la frescura más absoluta. Los diálogos son de una familiaridad, sencillez y naturalidad apabullantes, con un trabajo interpretativo de gran nivel en su conjunto, que aporta a las escenas un aire de cotidianidad, generando en el espectador la ilusión de estar delante de una escena de la vida misma, tal cual, sin deformación ninguna, con conversaciones donde no se dice nada, pero en las que subyace todo un mundo. Se nota el papel que han tenido las improvisaciones en el proceso creativo, siempre desde un punto refrescante y atrevido. Trasladarnos de lo mundano a lo elevado (que no divino) no es tarea sencilla, y la compañía Tenemos gato lo consigue de manera sutil y edificante.

Si bien es cierto que el tema no es ninguna novedad, y que los conflictos planteados no conllevan una profundización excesiva en el trasfondo filosófico inherente, además de ciertos tópicos inevitables cuando se trata de estos temas, la propuesta escénica no aporta tanto por el qué, sino por el cómo. La función comienza mientras observamos a las actores como tal, asistiendo en vivo y en directo a su conversión paulatina en los personajes. De la misma forma veremos las transiciones entre escenas, los cambios de vestuario, las elipsis temporales, los juegos escénicos, todo de forma premeditadamente artificial, así como la escenografía, a base de sillas y taburetes a los que, de forma no realista, se les da diferentes usos.

Esta planificación minuciosa de exponer los recursos teatrales ante los ojos del público, no solo haciéndolos visibles, sino haciendo especial hincapié en ellos, contrasta de forma notoria con el naturalismo extremo de las interpretaciones, con un resultado efectista y efectivo. Dicha conjugación, de lo natural y lo artificial, resulta armónica, lógica y fluida, tarea nada sencilla, fruto sin duda de un encomiable trabajo de dirección. Es la suma de todos estos elementos la que hace de Felicidad una apuesta por una función dinámica, atrevida en cierto punto, cercana, motivadora, honesta y necesaria. Se agradece.

Fuente: Nacho León para Revista Pop Up Teatro