Felicidad, tan lejos y tan cerca.
Tengo para mí que eso que todo el mundo llama felicidad y que, de un modo u otro, hombres y mujeres pretendemos alcanzar, está mucho más cerca de las pequeñas cosas de cada día, que de ese golpe de suerte vinculado a la lotería, la quiniela o las múltiples formas de juego cuyos mensajes publicitarios nos bombardean día a día desde los medios y las redes.
Con esta misma óptica se presenta en el Lara ‘Felicidad’, un montaje dirigido por Cristina Rojas, partiendo de un texto escrito por Homero Rodríguez Soriano y la propia Cristina Rojas. En él, dos parejas treintañeras, con cierto recorrido vital a sus espaldas, y ambas atravesando sendas crisis de relación personal, cuentan en el escenario con una naturalidad envidiable las causas profundas -que pueden anotarse en eso que llamamos el “día a día”- de sus crisis de pareja. En el caso de una de ellas, con una hija de poco más de dos años, y con casi una década de convivencia, no encuentran el momento adecuado de intimar (puede sustituirse también el término por “retozar”…) alegremente sobre el lecho conyugal, por mil y una circunstancias que van desde la obsesión por la actividad física del chico, hasta el hastío de ella por el fracaso permanente en sus intentos. La otra pareja basa sus discrepancias en la conveniencia o no de ir a buscar un hijo desde ya, como quiere la mujer, o esperar sine die, como pretende su chico.
Ellos son hermanos. Ellas apenas se conocen. Ambas parejas viven en los dos extremos de Europa, y pasan años antes de verse. La oportunidad surge casualmente cuando la primera planifica un viaje personal a Lisboa, mientras la segunda, desde Finlandia, su lugar de residencia, aprovecha un viaje de trabajo de él, para reunirse con su hermano y su mujer. Ahí explotará todo y las pequeñas diferencias de pareja se convertirán en muros difícilmente salvables…
Los intérpretes de ‘Felicidad’ son Raquel Mirón, Enrique Asenjo, Homero Rodríguez Soriano y Cristina Rojas. Los diálogos y las situaciones son frescas, reconocibles por todos que, de uno u otro modo, hemos podido vivir episodios similares, y la proximidad física del público a los actores en la Sala Lola Membrives, la pequeña del Lara (por cierto, con los mismos y molestos problemas de audición por el sonido que se cuela desde la sala principal, en donde ese mismo día y a esa misma hora se está representando simultáneamente La llamada…), provocan que el público se sienta rápidamente identificado con los actores y las aventuras vitales en las que se ven envueltos.
La función es especialmente acogida por las parejas jóvenes que, en su inmensa mayoría ocupan las butacas de la sala, y asisten divertidos y cómplices con lo que ven en un espacio ya marcado sobre la alfombra (Finlandia, Madrid, Lisboa…), en donde los actores cambian de indumentaria en el propio escenario, y se trasladan de un espacio a otro, y de uno a otro día, sin más transición que los distintos cortes musicales y la luz que los define. Y todo ello entre unas cuantas sillas y taburetes que marcan al tiempo el salón de sus respectivas casas, el bar de un hotel o la oficina.
‘Felicidad’ es, en fin, un drama con forma de comedia, con diálogos impregnados de chispa, naturalidad y frescura que subraya situaciones muy comunes entre parejas jóvenes que tienen que lidiar con problemas de conciliación familiar, relaciones de pareja, la inestabilidad laboral, la amistad, la lealtad, la infidelidad y la hipocresía social. Ellos, como todos en realidad, andamos buscando eso que Pablo Neruda dijo que podríamos encontrar donde menos nos esperamos: “Algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar, indefectiblemente te encontrarás a ti mismo y esa, solo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”.