Felicidad en ‘Butaca de primera’

En algunos momentos la vida parece sonreirte pero sientes la necesidad de escapar, de que algo te falta y que tu vida te acorrala en un lugar que no deseas. Existen otros momentos en que todo se pone en contra pero decides que hay que mirar a los problemas de frente y afrontarlos con valentía y mucho ánimo. Estas dos caras de la misma moneda se encuentran en esta preciosa historia que nos hará descubrir lo complicado que es encontrar la felicidad.

La compañía Tenemos gato es la creadora de esta intensa historia sobre los problemas y los miedos a madurar (sobre todo en el caso de los hombre, más proclives al síndrome Peter Pan). La compañía fundada en 2008 por Cristina Rojas y Homero Rodríguez, afrontan con este su sexto montaje teatral, al que hay que añadir una película, «Seis y medio». Autores ambos del texto, la dirección corre a cargo de Cristina Rojas (que también se encarga del vestuario). Para esta nueva aventura les acompañan Raquel Mirón y Enrique Asenjo, con la participación de dos niños que salen en las proyecciones pero no aparecen en escena.

 

No siempre es necesario abordar temas especialmente rebuscados ni tramas de demasiada complejidad, la vida es lo suficientemente entretenida para poder hablar sobre ella largo y tendido. Con la sencillez de quien aborda algo cotidiano, los autores hablan sin tapujos de temas tan importantes como el amor, la maternidad, la familia y el miedo al compromiso. La franqueza con la que se plantean las situaciones cotidianas, sin darles más vuelta de hoja de las que le da la propia vida, es uno de los mayores atractivos de la obra y una de las señas de identidad de esta compañía que habla de lo cotidiano de una forma clara y concisa.

 

Dos parejas que viven situaciones diametralmente opuestas pueden llegar a encontrar lugares comunes de miedos y de sueños incumplidos. Esto es lo que le ocurre a estos dos hermanos y a sus respectivas parejas, que en situaciones muy distintas afrontan la vida de muy distinta manera. Nunca se puede hablar de una felicidad absoluta, por eso en esta obra incluso la pareja «feliz» tiene graves problemas de convivencia. La maternidad, la conciliación familiar, la pareja como ente indisoluble que piensa y actúa a la vez…todos estos temas son tratados de forma clara y rotunda al hablar de una de las parejas.

 

El tema de la maternidad también sobrevuela a la segunda pareja, pero desde una perspectiva muy distinta. Ellos viven fuera de España, y a la dureza de estar en un país ajeno se le une en este caso el del desempleo que azota a uno de ellos. Pese a una situación mucho más dura y desalentadora, afrontan la vida con mucha más positividad, intentando apoyarse en uno en el otro para tirar para adelante. Personajes muy distintos los cuatro, pero con miedos y fobias comunes que se irán descubriendo a lo largo de la obra.

 

La propuesta, tanto en el contenido como en la forma es absolutamente realista, tanto que nos vemos reflejados en la mayoría de las situaciones que pasan. El texto se trabajó con improvisaciones que ayudaron a reescribir (y seguramente potenciar más) el guión. La idea ha funcionado de maravilla, ya que la cercanía de los personajes a nosotros mismos, hace que lo vivamos todo mucho más intensamente. Los hombres y sus relaciones superficiales (en las que parece que nos da miedo hablar de temas importantes o abrirnos para contar lo que sentimos), las madres que sólo hablan de su bebé recién nacido mientras el padre esquiva el tema (como cualquiera importante), la angustia ante el desempleo o el miedo situaciones que nos superan y no sabemos como afrontar.
Los cuatro actores están, cada uno con un rol muy marcado, a gran nivel. Cristina Rojas es una madre entregada a su familia (sobre todo a su hijo) casi de forma obsesiva. La actuación «acelerada» de Rojas resulta apabullante (el monólogo sobre el bebé es bestial). Por contra, Homero Rodríguez vive asustado, sin saber muy bien que quiere de la vida y si era esto a lo que aspiraba. No sabe que le sobra o que le falta, sólo la angustia de que algo no le deja ser feliz. Enrique Asenjo es el personaje más cómico, en el papel del hermano emigrante. Vive en un constante engaño, manteniendo una pose divertida de persona despreocupada para no tener que mostrar sus miedos. Su pareja, interpretada por Raquel Mirón vive hundida y no tiene muy claro por donde salir, ya que parece que todo está en su contra.

 

Otro de los puntos fuertes de este montaje es la escenografía, diseñada por Lúa Testa. La soledad de unas sillas y un montón de dibujos en el suelo van cobrando vida según avanza la obra, haciendo de cada espacio de la escena un lugar especial. La sencillez en este caso ayuda al conjunto, huyendo de parafernalias y centrando todo en la sencillez de un texto…llamémosle cotidiano.
La escenografía se apoya con una pantalla en la que los propios actores graban en momentos puntuales a sus compañeros, en una idea muy potente que, a mi parecer, es una pena que no cobre más importancia dentro del desarrollo de la obra.
La elección de los temas musicales (mención especial para Radiohead) son de una elegancia que marca cada una de las escenas, creando ambientes muy distintos con los acordes que nos trasladan de Madrid a Lisboa, pasando por Finlandia.

 

El conjunto es una delicia, por su sencillez pero sobre todo por su sinceridad. La compañía quita todo lo superfluo, tanto en el texto como en sus propias interpretaciones, para mostrarse tal y como son. Un ejercicio de sinceridad que llega a asustar al vernos tantas veces reflejados en las cosas que van sucediendo. Historias minúsculas, que no lo son tanto, que nos llegan muy dentro con la proximidad con nuestro ambiente cotidiano.
La Felicidad es una reflexión sobre la vida, el amor, la familia, la sociedad, pero también es una manera distinta de hacer teatro, capaz de hablar de cosas del día y hacerlo como si estuviesen en el jardín de casa. Si las escenas se hubiesen desarrollado en la calle todo sería verosímil, no había ni una pizca de impostura, todo destilaba realidad y verdad.